Ese origen sobre todos mis estados de ánimo
I
Fuerte y extraña es
la voz ancestral
de mi propia ruina.
Cuando me siento loca y privada
la entierro
en una parte indefinida del cuerpo
para resucitar la herida inmóvil
que algún día me hizo sentir viva,
con los sentidos en llamas,
con la piel enrojecida
de tanto andar a gatas
por el cuarto.
II
Así me sé de memoria:
mujer que flota
sobre las declividades del nerviosismo y la depresión,
sobre el vacío de seres y cosas irreconocibles,
sobre la memoria perdida de objetos inertes
que sólo ven al mundo
bajo la daga existente del olvido.
III
Entonces estoy a solas
descifrando el sustantivo
que tantas veces me hizo vomitar
los restos de una caricia en la azotea,
los besos de un hombre sin rostro,
el dolor entre las piernas.
Sin saber por qué un gato negro
duerme de día en mi ventana
y me ve detenidamente,
y me reconoce.
¿Cómo devolverle el gesto
a la séptima encarnación
de mi propia vida?
VI
Cada noche veo mi aliento diluirse
en un retrete con olor a náusea y sufrimiento.
VII
Mis pies
jamás han de tocar
la nieve fresca en un sueño.
VIII
Allá afuera los perros ladran
invocan mi nombre con la lengua partida,
usan su olfato para llegar a mí.
Saben que esta vida avanza
alrededor de un destello marchito.
IX
¿Dónde está eso que llena
la profundidad que siento?
X
Mi cuerpo se ha convertido
en un animal hambriento,
en un pobre perro abandonado
que esconde la cabeza
entre los escombros.
XI
La aproximación
de mi cuerpo y el dolor
aviva en el aire un calor intenso.
XII
Cuando me pasee por mis recuerdos
moriré.
XIII
Fui
una mujer rota
que no conoció nunca
el placer.
Anadela Ramírez Sánchez
(Saltillo, 2000) Estudiante de Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Coahuila. Algunos de sus textos han aparecido en las revistas digitales Campos de Plumas y Revista Literaria Monolito.